Lo que vuela cerca: ciencia ciudadana y literacidad en clave de isla
- Ecoculture
- 10 may
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 23 may
El pasado Global Big Day en el Jardín Botánico de San Andrés, seguíamos con binoculares a un bienteveo que saltaba entre las ramas cuando una niña se acercó y preguntó: “¿Cómo sabemos cuántas aves hay si siempre se están moviendo?”. La pregunta no era ingenua. Era ciencia pura. Y también fue la chispa que encendió un pequeño experimento comunitario de observación con cuadernos, celulares y aplicaciones como Merlin y eBird. Así nació una red de aprendices de la naturaleza, armada no con telescopios sofisticados, sino con curiosidad, escucha atenta y el deseo colectivo de entender lo que vuela cerca.
Esa escena es un ejemplo poderoso de lo que puede hacer la ciencia ciudadana cuando se cruza con la educación ambiental y la cultura viva de un territorio. En Colombia, desde La Guajira hasta el Putumayo, comunidades registran aves con aplicaciones, mapean microplásticos con botellas recicladas y generan datos sobre clima, agua y salud que alimentan investigaciones reales. Pero algo falta: la palabra compartida, la capacidad de comprender críticamente esos datos, de contarlos, de convertirlos en argumentos y decisiones. Eso se llama literacidad científica.
En la isla de San Andrés, observar aves no es solo ocio ni tarea de biólogos o ornitólogos. Es una puerta para hablar de ecosistemas, turismo sostenible, memoria cultural y resiliencia. En cada nombre aprendido —chincherry, mockingbird, fragata— se tejen historias de identidad y territorio, se hace ciencia.
Algunas aves que visualizamos este día:
Leptotila jamaicensis - Paloma caribeña
Icterus leucopteryx - Turpial jamaiquino
Coccyzus minor - Cuco de manglar
Botaurus exilis - Avetorillo americano
Vireo caribaeus - Vireo de San Andrés
Setophaga petechia petechia - Reinita dorada
Setophagas - todas las reinitas migratorias
Calidris, Tringas, Charadrius... - chorlos y Playeros
Larus, Sternas - Gaviotas y gaviotines, en feb se registro por primera vez L. fuscus
Pero para que el turismo científico y la ciencia ciudadana sea transformadora, no basta con participar. Hay que comprender, narrar, decidir. La literacidad científica es la capacidad de leer los datos, construir argumentos con evidencia y expresar con claridad lo que se ha observado. No se trata solo de contar aves, sino de aprender a contar lo que cuenta.

La lista de aves es larga pero recuerden que muchas son migratorias y es posible que ya hayan pasado, otras son marinas y otras son raras, pero todas son muy importantes. Nuestras especies residentes aunque pocas, son muy importantes porque casi todas son subespecies y tienen diferencias morfológicas o de canto con sus congeneres continentales
La literacidad científica no es un lujo académico: es una herramienta de justicia. ¿Qué pasa si una comunidad nota cambios en las rutas de las aves, pero no sabe cómo registrar esos datos? ¿O si jóvenes comprenden que el manglar se reduce, pero no logran expresarlo en un cabildo abierto? En contextos donde el desarrollo se impone sin escuchar, tener las palabras para defender el territorio es resistencia.
Por eso, más que capacitar, debemos acompañar. Más que enseñar, debemos crear espacios de diálogo y observación que conecten ciencia, emoción y acción. Cuando una niña pregunta por qué las aves no se dejan contar, ya está abriendo un camino hacia el pensamiento crítico y la construcción colectiva del conocimiento.

No basta con hacer ciencia. Hay que entenderla. Y narrarla. El desarrollo no vendrá solo del dato, sino de la capacidad de traducir ese dato en política, cultura y educación. ¿Qué pasa si una comunidad registra los nacimientos de su quebrada, pero no tiene cómo defenderla ante un megaproyecto? ¿Qué si los jóvenes usan sensores, pero no logran explicar su importancia ante los tomadores de decisión?
La literacidad científica es el derecho a leer y escribir el mundo desde la ciencia. Es saber cuándo un gráfico nos miente, cómo usar evidencia para exigir justicia ambiental y territorial. En un país donde la palabra ha sido muchas veces secuestrada, hacer ciencia también es una forma de paz.

En vez de esperar que la innovación venga de arriba, deberíamos invertir en lo más poderoso que tenemos: el poder de preguntar, observar y narrar. Porque cuando la ciencia se vuelve verbo comunitario, entonces sí podemos decir que la investigación y la ciencia se hacen práctica para transformar nuestra realidad.
コメント